Por: Jesús Díaz
Antes de iniciar con el relato de esta
experiencia espiritual que viví, quiero dedicar este artículo a tan
maravillosas personas que acudieron a
esta Congregación el fin de semana en la ciudad de Cancún, procedente de todas
partes del sureste de nuestro país.
Fue una experiencia nunca antes vivida que
trajeron paz espiritual a mi vida en este “encuentro“. Son Ángeles que brillan con luz propia… Y a mis Arcángeles por ese Amor incondicional que siempre me han tenido, y
que hoy traen de nuevo la paz a mi alma, después de tantos años pérdida.
Los conocí en Teotihuacán, los volví a ver
en Chetumal, y ahora en la Ciudad de Cancún los vi iluminar cientos de rostros
adustos.
“Mi
encuentro con los Ángeles”, para
muchos inexistentes pero para quienes los hemos conocido, son la creación
perpetua de la “Santísima Trinidad”.
Seres de luz que desde que nacemos están
allí siempre, en el momento cuando más los necesitamos, seres que vibran en un
nivel de armonía espiritual lejano para nosotros pero no difícil para poder
vibrar en el mismo nivel de fraternidad que ellos.
Nuestros Ángeles lloran cuando nos ven
llorar, sufren cuando nos ven sufrir, se preocupan tanto por nosotros que se
sienten morir cuando nos ven caer en el abismo de la maldad, un abismo de
oscuridad donde muchos caemos sin medir las consecuencias de nuestros actos.
Muchas veces no los vemos pero lo sentimos
cuando vibramos en el mismo nivel de armonía espiritual al de ellos.
Si hablamos de Ángeles, la mayoría vive en el paraíso que Dios Padre les asignó
para ser felices, otros están aquí en la Tierra tocando a las puertas de
Nuestros corazones, solo que no alcanzamos a verlos porque toda la vida somos
personas negativas, que vibramos en un nivel astral muy bajo, donde se anidan
el resentimiento, los rencores, los odios, las amarguras, los temores, los
miedos, las traiciones y toda inmundicia que se asienta en nuestros
pensamientos desde que nacemos.
Vivimos
en un mundo de desigualdad social, de materialismo imperante, que nos aleja
cada vez más de los valores espirituales, donde la injusticia, la crueldad, la
maldad, la traición, la frustración, los odios, los miedos, los temores, las
amarguras y el resentimiento, son entre otros los sentimientos más crueles a
los que nos enfrentamos todos los días en este mundo de tentaciones.
Yo recuerdo estar orando en aquella cadena
espiritual al que acudí a una Hacienda a las afueras de la ciudad de
Cancún con un grupo de personas que como
yo buscan reencontrarse asimismo, del porqué de sus fracasos, de su mediocridad
ante la vida, cuando de pronto sentí que alguien me dijo al oído “No temas sacar todo lo que te lastima
en el alma, es el momento de hacerlo, el “Señor” te escucha”. “No se es demasiado
tarde para comenzar en la vida y arrepentirse de nuestros pecados”. “Dios tiene los Tiempos perfectos”, “él
sabe como cuando y en donde vas a tocar fondo para reconocer que necesitas de
su ayuda espiritual, y tu llegada aquí
no es casualidad, el Señor Nuestro Dios sabía que vendrías y guió tus
pasos hasta aquí. Así que aprovéchalo, solo déjate guiar.
No comprendía lo que me decía pero lo que
me esperaba en las horas posteriores marcaría mi vida por siempre. Le pregunté
al ser que me hablaba_ ¿Cómo es Dios?
¿Cómo puedo verlo y saber de él?
Me respondió_ “Si quieres conocerlo solo siéntelo, respira profundo, suelta el
aire y concéntrate en él. Pídele que te
libere de todo eso que te atormenta y que no te deja vivir en paz en la vida”.
“Somos
hijos del Padre viviente, si no lo conoces ahora que estas aquí, solo vivirás
en la pobreza cuando regreses al mundo del que viniste.
_Pero ¿Cómo lo puedo sentir? Le respondí…
_ ¿Alguna vez has escuchado a tu corazón?
El secreto para poseer la verdad está en el “Padre” y el “Padre” es “AMOR”… El “Padre” siempre ha estado en tu corazón, solo tienes que sentirlo, mirar
hacia dentro de ti, es como una energía que recorre tu cuerpo.
“Si
no has sabido amar en la vida, entonces como quieres que te amen tus semejantes
si no sabes dar AMOR; entonces no
los culpes de algo que tú careces. Nuestro “Padre” es un Dios de AMOR, es nuestra propia injusticia la que se revela en
nosotros mismos”.
“El haber sido creados por el “Padre Santísimo” supone la máxima manifestación de AMOR”. Así que no temas pedirle que te libere de tus pecados…
Hazlo, es el momento”. “La energía que penetra tu cuerpo es la manifestación del Dios Creador”.
Aprendí mucho de las experiencias de mis
hermanos, tal parecía que cada relato de sus vivencias “era una copia mía hecha al carbón”, pues son experiencias similares a las que yo viví. Y la verdad
comprendí, porque “somos los mismos
actores en diferente escenario”.
Una voz interior se dejó escuchar en mi
mente nuevamente “No temas recibir a
Dios, es un ser de luz que brilla con la Luz Divina del AMOR”, era la voz de mi Ángel que al final
de los tres días de penitencia en aquel lugar conocería, porque me guió hacia “Dios Padre”, hacia la Santísima
Trinidad.
Mi corazón comenzó a latir con mayor
fuerza, buscaba entre los comensales la verdad, buscaba reencontrarme conmigo
mismo, y saber porque estaba lleno de “Resentimientos,
odios, rencores, amarguras, temores, miedos, y todas aquellas energías
negativas que atrofiaban mi mente y que no me dejaban vivir en paz consigo
mismo.
Descubrí que esa voz era la de mi Ángel Alfredo, lo supe al final de mi
retiro, cuando ya me encontraba perdido y creí no ver al Dios Divino, esa voz
que semanas antes me decía que me esperaba en Cancún para guiarme al Dios
Santísimo.
Esa tarde, al final de mi retiro
espiritual en aquella Hacienda, me dijo ¿Te sucede algo? Deja abrir tu corazón
para que puedas ver a Dios Nuestro Señor y le puedas pedir con fe que te libere
de tus ataduras, de las cosas malas que bienes arrastrando en la vida, desde tu
infancia.
Le respondí que no podía, pero esa voz que
escuché en mi interior momentos antes era la misma voz que me habló un día
antes cuando en oración le pedía a Dios por mis pecados, era como sentir el
Cielo en medio de la Tierra.
¿Te sucede algo? Me volvió a preguntar ese
ser de cabello blanco. Le respondí que no podía moverme que algo o alguien me habían
sujetado de las muñecas, un nudo en la garganta aprisionaba mis palabras que me
impedían sacar de mi mente todo dolor que desde la infancia me venía lacerando
el alma. Y no sabía que esas ataduras es señal de que ya mi corazón se habría y estaba recibiendo al “Señor mi Dios”.
Ese retiro espiritual, cuyas cadenas de
oración se elevaban al Cielo para abrir las puertas del paraíso a los corazones
desvalidos que esa tarde de “resurrección” anunciaban el nacimiento de un nuevo
“Bebé”, cambió mi vida para siempre, porque desde que salí de allí soy una
persona renovada con un corazón nuevo, y le doy gracias a mi padrino “Alfredo” quien guió mis pasos hacia Dios, pues fue allí en ese preciso
momento de oración donde pude conocer a mi “Creador”, al Dios del Universo y de todo lo
que nos rodea.
Recuerdo ese momento sublime cuando
extendió sus manos hacia mí y me conminó a sacar de mi cuerpo, mente y espíritu,
toda la podredumbre que me lastimaba desde mi infancia y que me impedía ser
feliz en la vida, triunfar en lo profesional y crecer en lo espiritual.
Recuerdo que ya agotado por el esfuerzo
físico, yacía en el suelo inerte, pues ya
había sacado todo el mal que corrompió mi alma durante años, fue cuando la
máxima manifestación divina se presentó ante mis ojos. Recuerdo que ya agotado,
luego de haber enterrado mi pasado, un Ángel
me guió hacia la “Cuarta
Dimensión” y me enseñó el “Cielo”. Por espacio de segundos pude ver claramente en esa manifestación
espiritual a la “Santísima Trinidad”, nadie me lo contó, yo lo vi con mis
propios ojos, “la manifestación
Divina del Dios viviente”; y yo viví
ese momento tan divino que ha marcado mi vida para siempre.
Hoy sé que no todo está acabado en mi
vida, que a pesar de mis fracasos, siempre hay una luz que te espera al final
del camino, y yo encontré mi camino en Dios
Padre… Gracias mi “Señor” por haberme enviado a tus “Ángeles” en la Tierra cuando ya todo en mi estaba perdido, cuando ya había
tocado fondo en la vida y del que solo quería morir, pero que en este encuentro
espiritual escuchando la voz de los Ángeles
cantar alabanzas al Dios Santísimo, volví a nacer.
En el nombre de la Sangre de Jesucristo y sus legiones de Ángeles, te pido “Dios
Padre” que bañes mi cuerpo, mi
espacio con tu Luz protectora y corten, liberen de toda mala energía los
corazones de tan maravillosas personas que vivieron este “Encuentro con los Ángeles de Dios”, y asciendan a la esfera de luz que les corresponda a cada uno de
ellos, esa energía Divina… Amén.
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