Por: Jesús Díaz
La sociedad campesina se pregunta si con la llegada de Enrique Peña Nieto a los “Pinos” y los buenos deseos para este año que
inicia, en verdad ¿se revalorará el
campo mexicano?
Para empezar, el gobierno de las cien promesas ya nos dio atole con el
dedo con las iniciativas de reforma que envió el año pasado al Congreso de la
Unión para su estudio y aprobación, iniciativas que la mayor parte de la
sociedad mexicana no vio con buenos ojos, sobre todo con el inicio de año donde
se dio una escalada de precios que lesionan gravemente los bolsillos de la
clase asalariada.
Si bien es cierto que toda iniciativa de Ley que envié el Gobierno
Federal al Congreso de la Unión para su análisis y posterior aprobación, no es
mala si se trata en beneficio de la sociedad en su conjunto, sobre todo cuando
se trata de crecer social y económicamente, donde las familias puedan vivir más
cómodamente, con fuentes de empleo bien remuneradas.
Sin embargo, con el inicio de
Año Nuevo, el gobierno permitió una escala de precios que ponen en peligro el
progreso de los mexicanos, ya que con los aumentos irrisorios que se dio al
salario mínimo no alcanza para cubrir las necesidades prioritarias de una
sociedad lacerada por la inestabilidad económica que vive el país.
El campo agrícola, al parecer seguirá siendo marginado del presupuesto
federal, con aumentos insignificantes que no alcanzan para cubrir las
necesidades de los campesinos, porque con estos aumentos que se dieron en los
carburantes, los insumos y fertilizantes, les será más difícil trabajar la
tierra y poder llevar sus cosechas al mercado local.
En la época de Carlos Salinas de
Gortari, en los años 90´s cuando permitió la creación del Tratado de Libre
Comercio (TLC), tratado que solo
sirvió para culminar lo que sus antecesores habían proyectado para que el campo
pase a manos de las grandes empresas nacionales y transnacionales, donde los
latifundistas se hicieron cada vez de grandes extensiones de tierras para poder
sembrar y competir con los países desarrollados que transportan productos
agropecuarios en diversas partes del mundo.
Desde los años 80´s el campo agrícola en México se ha empobrecido, desde
que el gobierno mexicano priorizara una vocación productiva manufacturera. Así,
los pequeños productores que no podían costear la producción hortícola,
tuvieron que arrendar o vender sus tierras para emigrar a las grandes ciudades
en busca de empleo para el sostén de sus familias, mientras que otros emigraron
al país anglosajón en busca del “sueño
americano”.
A raíz del TLC, se dio la
liberación del mercado agrícola en México, pero los pequeños productores no
pudieron competir con las grandes empresas, subsidiadas con recursos federales
para trabajar el campo agrícola, mientras que los campesinos, solo recibían
migajas de apoyo para medio subsistir.
Los grandes exportadores que tienen extensiones de terreno mecanizado
pudieron sobrevivir con la producción de hortalizas, mientras que los
campesinos se conformaron con llevar la producción agrícola al mercado local,
los cuales no les generaron recursos suficientes para seguir creciendo, por lo
que no soportaron las condiciones del TLC,
teniendo que emigrar a las ciudades en
busca de mejores condiciones de vida.
En la actualidad, México importa el 40 por ciento de los alimentos que
consume, y de continuarse con esta tendencia, en el 2030 el 80 por ciento de
nuestros alimentos provendrán del extranjero.
Cifras de la Confederación
Nacional Campesina (CNC) citan que
el 65 por ciento de la población de
bajos recursos en México, vive en el campo.
La intensión de Enrique Peña
Nieto, es reformar el campo agrícola para modernizarlo y volverlo
competitivo, pero ante tanta pobreza que existe en el campo rural ¿Convendría
reformar este sector agrícola? ¿Respondería realmente a las necesidades de los
campesinos? Si para adquirir un crédito o un apoyo para trabajar el campo, los
campesinos tienen que esperar meses para recibir las canonjías que reparte la SAGARPA, lo que impide a los
productores sembrar en tiempo y forma para levantar una buena cosecha.
Para que el campo mexicano entre a la modernización y competitividad
agrícola, es necesario revalorar las tierras parcelarias, meter buena
infraestructura para poder levantar una buena cosecha, que los insumos,
fertilizantes y carburantes no sean muy caros, y que los recursos para reactivar el campo sean suficientes, más
que nada, que lleguen a tiempo para poder preparar la tierra, sembrarla y
levantar una buena cosecha con la infraestructura mejorada para tal efecto,
sobre todo que haya un canal directo de comercialización para asegurar la
cosecha, de lo contrario el campo agrícola mexicano seguirá igual.
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