En Estados Unidos, los periódicos se toman
con mucha seriedad sus responsabilidades con el proceso democrático. Lo asumen
con tanta seriedad que, de hecho, pueden parecer algo pomposos a los ojos de un
lector de otro país.
Cuando se trata de la elección
presidencial, parecen creer que el apoyo que le otorgan a un candidato tiene un
enorme significado y que sus palabras serán valoradas con la máxima seriedad
por parte de sus lectores.
Sabemos cuán equivocados están porque
prácticamente todos los grandes diarios apoyaron a la candidata demócrata, Hillary Clinton, o, al menos, evitaron
respaldar a su rival republicano, Donald
Trump. Eso ocurrió incluso con periódicos que en el pasado han respaldado
con fidelidad a los aspirantes republicanos.
Ahora, tanto los diarios como el resto de
los medios más grandes están cayendo en cuenta que su influencia parece ser
nula cuando se compara con la de Facebook. En 1992, un tabloide británico
proclamó que había ganado el diario The Sun, cuando los conservadores se
hicieron con una inesperada victoria electoral.
En Estados Unidos hay gente que se
pregunta si la red social hizo el mismo truco para la candidatura de Trump. En cuanto al género, Clinton obtuvo el apoyo de 54% de las
mujeres, mientras que Trump sumó 42%
del respaldo femenino
Este es su argumento: unos 156 millones de
estadounidenses tienen cuentas en Facebook y, según un estudio reciente, dos
tercios de ellos obtienen sus noticias allí.
Aunque muchas de esas noticias pueden
proceder con frecuencia de los grandes medios -quizá de los mismos que apoyaron
a Clinton-, lo que los usuarios ven
en Facebook está determinado por quienes son sus amigos y qué es lo que ellos
comparten.
Es entonces cuando entra en juego la idea
de una burbuja que filtra la información: quienes se inclinan por Trump solo verán noticias que reflejan
su visión del mundo y lo mismo le ocurrirá a quienes tienen un pensamiento
liberal.
Se podría decir que ese mismo filtro
siempre ha funcionado, pues los electores liberales y conservadores por igual
tienden a leer periódicos que reflejen sus mismas ideas.
La diferencia, sin embargo, radica en que
los editores de los diarios intentar hacer dos cosas: ofrecer al menos algunas
visiones alternativas a la suya y asegurarse de que los hechos en los que se
basa cualquier historia sean suficientemente sólidos como para soportar el
escrutinio público.
Ninguna de esas cosas ocurre en Facebook.
El algoritmo que selecciona las noticias que muestra la red solo ofrece
aquellas informaciones que considera que tú y tus amigos quieren creer y no
realiza ninguna verificación de los datos que contiene.
Así, noticias que acusaban a los Clinton de asesinato o que aseguraban
que Barack Obama es musulmán habrán
llenado las páginas de Facebook de millones de personas con tendencia favorable
a votar a Trump.
Esto funciona en ambos sentidos. Una
noticia falsa que cita a Trump
diciendo en 1998 que algún día podría postularse a presidente por el Partido
Republicano porque "son el
grupo de votantes más tontos de este país"
aún circula en las redes sociales entre sus oponentes.
Demócratas
y republicanos han hecho un amplio uso de Facebook desde hace tiempo. De hecho,
fue la campaña de Barack Obama en 2008 la que lideró el uso de redes sociales
en las elecciones.
Para la campaña de Trump, que consideraba a la mayor parte de los grandes medios como
hostiles y prejuiciados en su contra, Facebook y Twitter ofrecían una forma
potente de hacer llegar su mensaje directamente a los votantes sin tener que
pasar por el escrutinio de ningún periodista inoportuno.
Es algo difícil de saber, pero lo que sí
parece claro es que las redes sociales sirvieron para polarizar los puntos de
vista de los votantes en una campaña que ya era dura y pueden haber animado a
algunos electores indecisos a salir en apoyo de Trump,
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