Jorge Emilo González, "El Niño verde" |
México (EFE).- Botellas de champán que centuplica el
raquítico salario mínimo mexicano, coches de lujo impagables para la inmensa
mayoría y fastuosas fiestas de las que alardean en redes sociales son el día a
día de un puñado de jóvenes de familias adineradas, los "Mirreyes".
Detrás de esta obvia ostentación, más que
cuestionable en un país donde casi la mitad de la población es pobre, estos "niños ricos" son además un reflejo del clasista sistema instaurado en el
país.
Se creen de una estirpe superior,
iluminada, y por ello piensan que sus acciones no tienen consecuencias. Viven en la impunidad.
"El
mirrey se asume como un ser humano aparte del resto de los mortales. El mirrey no sería lo que es si se
abstuviera de desigualar en el trato que entrega a sus semejantes", identifica Ricardo Raphael, autor del libro "Mirreynato. La otra desigualdad".
El “Mirrey” se distingue por llevar una vida ostentosa. Celebran en
exceso, insultan con violencia a quien los increpa. En el Mirreynato. La otra
desigualdad, el académico Ricardo Raphael revela los rasgos que los definen y
su modus operandi dentro de un régimen diseñado para ser excluyente y acentuar
las diferencias sociales.
Esos mismos muchachos, veinteañeros, después
de su visita a la disco abordarán a la mañana siguiente un jet privado que los
llevará de compras a Rodeo Drive,
tres manzanas de Los Ángeles repletas de tiendas de lujo. Por la noche estarán
en Las Vegas, presenciando en primera fila una pelea del boxeador Manny
Pacquiao y, al día siguiente, si quieren, si tienen humor, podrán navegar por
el Caribe en yate.
El resto de los mortales que no han sido
bendecidos pueden seguir las andanzas de estos seres divinos a través de la página web Mirrreybook, un lugar que
comenzó siendo una galería para ridiculizarlos hasta que los propios mirreyes
comenzaron a utilizarlo como plataforma para dar a conocer sus excesos.
Los
hay que no se publicitan en Internet pero la prensa se encarga, cada cierto
tiempo, de ponerlos en evidencia: el líder del sindicato de trabajadores de Pemex, la petrolera estatal, le regaló
a su hijo José Carlos un Ferrari
valorado en casi dos millones de dólares.
“El Mirrey tiene una enorme necesidad de hacerse notar. El resto tenemos
que ver que tienen los mejores coches, viajan a los lugares más exclusivos, se
visten con la ropa más cara. Esa ostentación le permite pertenecer a un círculo
de gente poderosa que los va a proteger”,
cuenta Ricardo Raphael, el autor de Mirreynato, un libro que analiza el
fenómeno.
Basta
con darse un paseo por el aparcamiento de una de las universidades mexicanas
más caras para darse cuenta de que hay un puñado de jóvenes que se está dando
la gran vida y no tienen ninguna intención de ocultarlo. La corte de
guardaespaldas, con la pistola haciendo bulto en el sobaco, aguanta la solana
mientras resguarda los coches de lujo hasta que sea la hora de salida. Las
estudiantes subidas a tacones Louboutin caminan con poderío por el pasillo que
lleva hasta el patio central de la institución.
La pasada semana saltaron de nuevo todas
las alarmas en México al conocerse el caso de Daphne Fernández, una menor del oriental estado de Veracruz que en
enero de 2015 fue obligada por cuatro conocidos suyos a subir a un auto, el
Mercedes Benz de uno de ellos, para llevarla al domicilio de uno de los
agresores y violarla.
Ricardo Raphael, escritor... |
Presionados por el padre de la víctima,
dos de los jóvenes, universitarios y antiguos alumnos de un colegio privado católico
del puerto de Veracruz, pidieron perdón a la muchacha en vídeo, pero ahora
niegan haber cometido el crimen.
El hecho está denunciado ante las
autoridades desde hace casi un año, pero hasta el momento no se ha celebrado el
juicio. El Gobierno de Veracruz ha negado dilación en el caso.
Los chicos, conocidos como Los Porkys de Costa de Oro, formarían
parte de un grupo que actúa desde hace años en varios puntos del estado con
graves antecedentes como el asesinato de un muchacho de 15 años en una fiesta
en 2001.
Estos casos no son los únicos registrados
a lo largo y ancho del territorio mexicano. En su libro, Raphael recoge otros mediáticos eventos.
El senador Jorge Emilio González, hijo del fundador del Partido Verde
Ecologista de México (PVEM),
arrastra a sus 43 años un largo historial de presuntos delitos sin sentencia.
Entre ellos, el intento de soborno y
falsedad de declaraciones cuando fue interceptado conduciendo borracho, unas
imágenes en las que unos sujetos le ofrecían dos millones de dólares a cambio
de un permiso de obra o la muerte de una joven búlgara en una vivienda de
Cancún del que el apodado "el
Niño Verde" era presuntamente
dueño.
Gerardo
Saade, de 21 años en 2013 y nieto del entonces fiscal general Jesús Murillo, entró en la vivienda de
su ex pareja y la golpeó.
La joven lo publicó en redes sociales,
pero no denunció ante las autoridades y el muchacho, aunque se auto inculpó
ante la fiscalía del estado de Morelos, salió librado de todo delito.
Estos
sucesos son "solo algunos
ejemplos de los cientos que todos los años son registrados sin consecuencia por
los medios de comunicación, o de los miles que ni siquiera ese privilegio
logran", afirma Raphael en su libro.
Para el periodista y académico, el "régimen mirreynal" carece de restricciones "personales, sociales y jurídicas" en una época donde "predomina la arbitrariedad de las
consecuencias y la selectividad de los castigos".
La nación ocupa el lugar 58 de los 59
países con mayores niveles de impunidad, según el Índice Global de Impunidad
(IGI) de 2016.
"En México solamente se denuncian
7 de cada 100 delitos cometidos",
por lo que la cifra negra (delitos no denunciados) en el país desde 2013
alcanza un porcentaje no menor al 92,8 %, destacó el informe.
Y en este contexto, los mirreyes y las
mirreynas siguen siendo tendencia en las redes sociales. El Instagram richkidsofmexicocity
cuenta con 62.000 seguidores y fotos tan significativas como un jaguar encima
de un monopatín, presumiblemente la mascota de uno de estos jóvenes, o fajos de
billetes bajo el título de "Para
ir de compritas".
Esta frivolidad no es exclusiva de México.
Tampoco la sensación de superioridad que acarrea. ¿Hasta cuándo sus padres
podrán contener los excesos a los que orillan a sus hijos?
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