Lo que se avecina para la economía mundial
no se ve nada fácil. En el próximo medio siglo habrá que resolver problemas
derivados del aumento demográfico, los avances tecnológicos, el estancamiento
de algunas economías, el calentamiento global y la desigualdad, entre otros.
La revista Finanzas & Desarrollo,
publicación del Fondo Monetario Internacional, les preguntó a cinco brillantes
pensadores económicos (todos ganadores de Premio Nobel) cómo ven el futuro de
la economía mundial en los años venideros.
Aunque estos expertos no coincidieron en
las mismas preocupaciones, sí dejaron en claro que los desafíos del planeta (en
los próximos 50 años) son apremiantes. Muchos de los problemas vienen del
pasado y las soluciones no están claras.
Las opiniones de George Akerlof, Paul Krugman,
Robert Solow, Michael Spence y Joseph
Stiglitz podrían definir el panorama económico del futuro.
1.
Hay que cuadrar el desajuste que dejó la crisis:
Paul Krugman, premio nobel en 2008, considera que el problema más grande
que enfrenta la economía mundial (o al menos los países relativamente ricos) es
un asunto que a muchos economistas jamás se les había ocurrido que verían. Por
primera vez desde los años treinta, el mundo está sufriendo de una falta
persistente de demanda. Es decir, la gente no está gastando lo suficiente como
para usar la capacidad productiva que tienen las economías. Este problema
supuestamente estaba resuelto y no se iba a repetir. Pero se repitió, y la
solución no está clara.
Krugman, profesor de Economía y Relaciones
Internacionales en la Universidad de Princeton, afirma que haber permitido que
echara raíz una recesión mundial profunda parece haber conducido, con el correr
del tiempo, a un enorme deterioro de las perspectivas económicas a más largo
plazo. Esto implica, a su vez, que sustentar una demanda adecuada extremadamente
importante, no solo a corto plazo sino también a largo.
El también columnista del New York Times
dice que estimular la demanda debería ser una prioridad urgente de los
gobiernos. Lamentablemente (anota) lo que se ha aprendido desde 2007 es que las
instituciones encargadas de formular la política económica no están en absoluto
bien preparadas para enfrentar déficits de demanda grandes y sostenidas.
2.
La economía debe estar a servicio de la sociedad:
Según Joseph
E. Stiglitz, premio nobel en 2001, la batalla más importante de la economía
mundial librada después de la Segunda Guerra Mundial fue entre los sistemas
económicos: si el comunismo o el capitalismo ofrecían la mejor manera de lograr
crecimiento y prosperidad para todos. Pues bien, con la caída del Muro de
Berlín, la batalla acabó.
Ahora está comenzando otra lucha: ¿qué
modalidad de economía de mercado funciona mejor? Para Stiglitz es claro que la teoría económica del goteo no funciona,
como lo muestran sobradamente los datos estadounidenses. Y esto es así
especialmente cuando gran parte de la desigualdad es producto de la captación
de rentas (los que están más arriba se hacen con una proporción cada vez mayor
de la riqueza nacional) y de la ausencia de igualdad de oportunidades, que
implica que los que están más abajo nunca tienen la posibilidad de hacer
realidad su potencial.
Stiglitz, profesor en la Universidad de
Columbia, dice que el
falso capitalismo que ha surgido en Estados Unidos y en algunos otros países es
producto de una democracia fallida que permite a la desigualdad económica
traducirse con facilidad en desigualdad política y en un círculo vicioso en el
cual un aumento de una forma de desigualdad exacerba la otra. El principal reto
que enfrentará el mundo en las próximas décadas va más allá de moderar los
excesos de la economía de mercado, y consiste (entre otras cosas– en evitar la
toma de riesgos excesiva, los préstamos abusivos y la manipulación del mercado,
que tan claramente manifestaron las instituciones financieras en los últimos
años.
3.
Impuestos para frenar el calentamiento global:
George
Akerlof, premio nobel en 2001, cree que la forma como se está explicando el
problema del calentamiento global es demasiado fría y tímida. Si bien los
dirigentes mundiales se reúnen en grandes conclaves, como Río de Janeiro,
Kioto, Johannesburgo, Copenhague, los pronunciamientos son solemnes pero la
acción contra el calentamiento global inevitablemente se posterga.
Akerlof,
profesor emérito de Economía de la Universidad de California, Berkeley, señala
que el lenguaje del calentamiento global no motiva ni a los particulares ni a
los gobiernos a actuar ya mismo. Se necesita una narrativa que impulse a hacer
lo necesario.
Sugiere
que la mejor manera de combatir el calentamiento global (aunque a un costo
considerable) es fijar un impuesto uniforme sobre las emisiones de dióxido de
carbono, y subirlo hasta que las emisiones caigan a niveles aconsejables. Una
política óptima también implicaría subsidiar la investigación y el desarrollo
dedicados a reducir las emisiones.
Así como el calentamiento es un problema
global y las emisiones se producen en todos lados, los impuestos y los
subsidios deben ser mundiales. Todos los países deben sentirse obligados a
participar. Se requiere una alianza planetaria.
El mundo se debe convencer de que hay que
luchar, y luchar hasta el cansancio. Según Akerlof
hay dos verdades incómodas. La primera es el calentamiento global en sí. La
segunda es que la narración que se escucha sobre el problema todavía no lleva a
todos a combatirlo.
4.
Las grandes economías tienen que acelerar el ritmo:
Para Robert
Solow, premio nobel en 1987, el mundo no tiene posibilidades de librarse de
problemas económicos apremiantes en los próximos 50 años. La lista de ellos
incluye lidiar con las causas y las consecuencias del cambio climático;
responder al aumento de la desigualdad del ingreso y la riqueza dentro de las
economías nacionales y, en el caso de las economías prósperas, adaptarse a la
aparente tendencia de la conjunción de tecnología y demanda de empleos.
A Solow,
profesor emérito del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), también le preocupa la tendencia
de un grupo de economías a crecer con lentitud. Algunas, incluso se encuentran
parcial o totalmente incapacitadas para aprovechar al máximo su potencial
productivo.
Los coletazos de la recesión persisten y
una muestra es que en Estados Unidos, al menos, la inversión empresarial no se
ha recuperado del todo, a pesar de que las utilidades han sido muy sólidas. En
este sector el ahorro supera la inversión desde 2009.
La conclusión de Solow es que las economías prósperas de Europa, Japón y América del
Norte, están atrapadas en un episodio de “estancamiento”. No se sabe si será transitorio. De
no ser así, y no encontrar una salida pronto, hay muchas menos probabilidades
de solucionar los problemas más grandes que se avecinan.
5.
Reducir la pobreza y crear más oportunidades:
Michael
Spence, premio nobel en 2001, considera que abundan los retos apremiantes
para la economía mundial. Sin embargo, cree que el más urgente tiene que ver
con promover el crecimiento de las economías en desarrollo.
Esto tiene que ver con la promesa no solo
de reducir la pobreza, sino también de crear más oportunidades y de llevar
vidas saludables, productivas y creativas para el 85 por ciento de la población
mundial. Para el profesor de Economía en la Escuela de Empresa Stern de la
Universidad de Nueva York, el problema, por el momento, es que no existe un
consenso sobre cómo lidiar con las distintas formas de desigualdad.
De acuerdo con Spence hay otra gran preocupación en el horizonte económico. En los
países más avanzados, la tecnología está reduciendo o eliminando cada vez más
empleos mediante la automatización, la eliminación de intermediarios y la deslocalización
en cambiantes cadenas mundiales de suministro.
Dado que este cambio es tan veloz, los
mercados laborales están desequilibrados; el capital humano no puede seguirle
el ritmo a la evolución de la demanda de la economía mundial. Apresurarse a
retomar el equilibrio es algo que reviste gran prioridad para el crecimiento y
la distribución equitativa prácticamente en el mundo entero.
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