El barco que acudió al rescate no estaba
preparado para asumir la gran cantidad de pasajeros fallecidos por el
hundimiento del trasatlántico.
El historiador Charles Haas, ha recopilado las comunicaciones entre el CS
Mackay-Bennett y White Star Line —la compañía que operaba el trasatlántico— y
asegura que, como la primera nave no era particularmente grande, su capitán
tuvo que decidir qué cadáveres recuperar y cuáles "arrojar al mar".
Así, Charles
Haas concluye que la decisión del
responsable del CS Mackay-Bennett
parecía ser subir a bordo los cuerpos de las personas que se identificaban como
de primera o segunda clase. En uno de los telegramas, esa persona comunicó que
se había hecho "un registro
cuidadoso de todos los papeles, dinero y objetos de valor" que encontraron en los fallecidos y se pregunta si "no sería mejor" echarlos al agua, a menos que
sus familiares solicitaran conservarlos "de
manera específica".
Otras comunicaciones posteriores reflejan
el estrés que sufrieron los empleados de White
Star Line cuando tuvieron que procesar los restos de los viajeros en tierra,
que recibían cada día durante casi un mes después del hundimiento del Titanic.
Charles
Haas, quien obtuvo y restauró los documentos en 1980, imagina que los
telegramas fueron enviados con "la
expectativa de que permanecieran privados".
Desde ese nefasto día para los sobrevivientes,
ya ha pasado más de un siglo desde que el Titanic comenzó su viaje maldito de
Southampton, Reino Unido, para hundirse en el Atlántico. Ahora que se acerca el
103º aniversario (el barco se hundió el 15 de abril de 1912). El Titanic en su
día era llamado "ciudad
flotante".
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